Una enorme tijera
nos desgarra el cordón umbilical
que nos ata a la existencia
y solo nos queda flotar
en la incertidumbre,
con la esperanza de asfixiar el dolor
que ahoga nuestros gritos
lo suficiente para hacernos oír
por nuestros propios oídos
llenos de la majestuosidad
de un regio vacío.
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