Mi pensamiento delimita estantes
donde me gusta atascarme y jugar a la nada.
A veces, descubro lo inerente del desorden
en mi propia mirada;
en la manera
en que me mirás extrañado
cuando creo estar preparando el té y no dejo de contemplar al gato,
o exploro mi sexo con una pluma doblada hacia dentro del alba.
No hay nada que pueda hacer,
soy un despilfarro,
un rejunte de cosas que se agolpan y marean a cualquiera.
Pienso y siento en silencio,
a veces hablo horas para tapar el ruido que produce mi cabeza en silencio
y entonces digo las cosas más absurdas
como que las hojas de los árboles se mecen cuando el viento sopla,
y los gorriones pian a sus madres por más gusanos.
Pero secretamente pienso que los gorriones
son pelusas disfrazadas que corretean el aire en busca de un viento fuerte
en el cual precipitarse risueñas,
y con eso en mente sonrío
y la gente me mira extrañada mientras sigue respirando el gris de sus retinas.