La tierra late profunda; por sus grietas fluyen caudales serenos en pulsos constantes.
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Diminutos seres nacen de entre los caudales y se extienden más allá de las grietas, abriendo nuevos senderos con las garras hundidas en lo recógnito de la niebla.
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Perversos seres se tornan, y en gran número lo infestan todo.
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El cielo llora sus penas junto a la tierra, enervando aún más el sadismo y la codicia de la estirpe infesta.
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La tierra se cubre de llagas, los hombres se cubren de tierra, la calma se palpa tensa en la textura de la niebla que circunda la parte más alta del templo.
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El viento trae un aroma a sangre consigo; y todo será caos hasta que sobrevenga el silencio...
