Descuidos y reminiscencias.

Le ordené a mi piel ser ceniza,
y se hizo roble bajo el sol de enero.
Le ordené a mis manos ser suaves
y promover el flujo de los mares eternos.
Le ordené a mi vida cuidarse de tus besos de espinas,
y ahora mis heridas son vagos recuerdos...

Escritura

Me entrego a ti

para detener el temblor

de esta alma mía,

que conoce el poder destructivo

de una palabra anudada

al pozo negro de la vida.

SUM

Que hacer con esta lengua atada y torpe,
que no sin dolor,
intenta aventurar un verbo
que nos ponga en movimiento
y nos permita encontrarnos
en este universo de palabras y hombres.

Que hacer con este ahogo de letras hostiles
que como un templo del desvelo
se ciernen  sobre mí
en mis sueños.

Que hacer con el dolor de ser mudo,
y con que nadie halla descifrado
mi inmenso grito interno...

Preludio al silencio.

La tierra late profunda; por sus grietas fluyen caudales serenos en pulsos constantes.
-
Diminutos seres nacen de entre los caudales y se extienden más allá de las grietas, abriendo nuevos senderos con las garras hundidas en lo recógnito de la niebla.
-
Perversos seres se tornan, y en gran número lo infestan todo.
-
El cielo llora sus penas junto a la tierra, enervando aún más el sadismo y la codicia de la estirpe infesta.
-
La tierra se cubre de llagas, los hombres se cubren de tierra, la calma se palpa tensa en la textura de la niebla que circunda la parte más alta del templo.
-
El viento trae un aroma a sangre consigo; y todo será caos hasta que sobrevenga el silencio...

Pureza

El amor y el odio se abren paso sin tregua en mi pecho destrozado,
ambos con una fuerza irrefuteble.

¿Alguien puede acaso negar la pureza del odio, no contaminado por los vicios del amor?

¿Alguien ha concebido un amor carente de odio, puro como el frío galopando mi rostro de caretas desnudo? ¿Un amor trágico, idealizado, narcotizado u onírico?

"Un amor sin dolor no deja huella", me dijo,
y mi vida se agrieto ante el peso de aquella sentencia.
"Te amo" dijo ella, y a él le dolió saber que iba a odiarlo.

La ira de las furias: El infierno itinerante.

Despiadadas bestias
hijas del desvelo.
Bastardas,
fuegos fatuos,
señoras del desconsuelo;
destrocen la piel que me cubre,
consuman con su fuego:
cada aspecto de mi vida,
cada rasgo,
cada sueño.

Retornaré
cuando su sed en mi se vea saciada;
y forjada en su fuego
podré llamarlas hermanas
y saborear su celo.

Enrarecimiento.

En mi alma de rosa
injertaste
macizas sombras,
como abetos;
y en la soledad del crepúsculo
puedo sentir
el intrasmisible frío
de mis rincones,
cubriéndose
de pétalos muertos...

Vox

La tibieza del viento acompaña mi paso,

su canto cubre mi estado
de caos y calma...

Sus labios pronuncian susurros,

se flagelan, bostezan, maldicen y rien.

Los recuerdos de otros vientos acuden,
fragmentando retazos de calma.

Mis ojos lloran su memoria,
su forma,

su nombre.

Rutinas

Sepultando palabras difusas,
quebrando noches enteras,
perdiendo mis dedos en tus hojas.
Alimentando vulgaridades,
interpretando tus huellas
sobre el breve libro de mi vida.

No resto poder
a lo indómito
que yace atado;
a lo insospechablemente
mío
que es este
momento que se escurre
entre trazos
y pensamientos.

Una enorme tijera
nos desgarra el cordón umbilical
que nos ata a la existencia
y solo nos queda flotar
en la incertidumbre,
con la esperanza de asfixiar el dolor
que ahoga nuestros gritos
lo suficiente para hacernos oír
por nuestros propios oídos
llenos de la majestuosidad
de un regio vacío.

Retrocediendo al avanzar
me detengo
y te siento ridículamente cerca,
pero nunca lo suficiente
para que mis rezos
hagan eco en tus dedos
que trazan circunferencias.

Sin más alas que mis penas
surco los vientos que me vieron partir en tu búsqueda.