La soledad me come la lengua
y como una gata hambrienta
juguetea en lo negro de mis ojos
matizando mi manera de ver.
A veces sorbe mi voluntad,
otras reniega de mis lazos
y me deja sola con ella;
porque ante todo
no quiere que olvide
que no soy nada sin ella,
y en días como hoy,
me acuna
con sus manos de muerta.
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